sábado, 7 de agosto de 2010

DISCIPLINA, COMPAÑERO

El karateca John Trebejo Fernández golpea todos los días al pesimismo idiota de que las cosas no pueden cambiar. “Trabajo duro porque quiero ser el campeón mundial”, dice.

El karateca John Trebejo, de 20 años de edad, viajará este 17 de agosto a Canadá en busca de dos medallas de oro en el Campeonato Panamericano Juvenil; pero no es tanto esas medallas las que le quitan el sueño. Tiene una meta más ambiciosa: convertirse en el 2012 en el primer campeón mundial de karate del Perú, país que es considerado una potencia mundial en esa disciplina marcial y que, pese a ello, aún no tiene a un campeón mundial de la categoría de mayores. Óscar Sinchi logró el campeonato mundial juvenil hace unos años.
—¿No cree usted que es demasiado ambicioso, porque, digamos, el primer peruano que llegue a conseguir el campeón mundial en karate podría ser el gran Akio Tamashiro?
—Akio es en la actualidad el mejor entre nosotros, de lejos. Yo lo admiro y sigo sus pasos. Me alegraría mucho que él fuera el primer campeón mundial. Lo que yo digo es que debemos tener ya un campeón mundial y creo que podemos hacerlo y para ese objetivo me preparo con optimismo y con humildad.
—Usted tiene 20 años de edad y es aún juvenil.
—Sí, pero en el 2012 ya estaré en la categoría mayores, me he trazado una meta difícil porque siempre es bueno, y así me han enseñado mis padres y mis maestros.
Horario de espanto
Este joven deportista, integrante de la Selección Peruana de Karate, equipo que sí da medallas y grandes premios al país, está decidido a todo. Se ha impuesto una rutina del demonio, que debería cumplirla al menos una semana el presidente García como castigo por ser mal gobernante.

Se levanta a las 4:30 de la mañana todos los días, salvo los domingos porque ese día se levanta a las 3. A las 5:15, hora exacta, toma su combi en el Rímac para ir a entrenar a la Villa Deportiva Nacional (Videna) en San Luis. Entrena de 6 a 8 de la mañana como si le faltaran pocos días para pelear por el campeonato mundial. A las 9, debe estar ya en sus clases de derecho en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. A las 2 de la tarde, almuerza en su casa y con las mismas sale a entrenar en la academia Palmer Sport en Jesús María, donde se queda hasta 6 de la tarde. A partir de las 8 de la noche, ya en su casa, hace las tareas de la Universidad porque no puede desaprobar un solo curso. “Un deportista calificado debe tener buenas calificaciones”, dice.
—¿Y por qué los domingos se levanta a la 3 de la mañana, no es acaso un exceso?
—El domingo no es que me levante a las 3. Me despierto a las 3 y me quedó en cama unas dos horas ordenando en mi mente todas las cosas que descuidé durante la semana, generalmente las tareas de la Universidad, para hacerlas con eficacia.

La disciplina
“Una de las cosas que te enseña el karate es la disciplina, en todo sentido. Un karateca no puede decir, por ejemplo, llegué tarde porque tuve que hacer una cosa u otra, nada. El karate te ayuda a ordenar tu vida y tus metas y ser, de alguna manera, buena persona. No se crea que los karatecas somos violentos, al contrario, nos enseñan a medirnos, a ser tolerantes, respetuosos de nosotros mismos y de nuestro entorno. El karate es para mí, por todo lo que me da, una pasión”, dice.

Ha logrado hasta ahora un cuarto puesto a nivel mundial en “kata equipo”; es cuatro veces campeón sudamericano en “kata equipo” y tres veces campeón panamericano “kata equipo”. “Creo que en el Panamericano en Canadá lograremos nuestras metas”, dice.

Nuestro cinturón negro, ha nacido para el deporte rudo; sin embargo, en sus ratos de ocio juega al tenis de mesa y, a veces, al fulbito con los amigos del barrio.

Sus amigos dicen que es un chico parco, algo pensativo, meditabundo. “Ellos creen eso porque me ven tranquilo, quizá porque soy, digamos, equilibrado. Es muy difícil que me deprima y esté triste; tampoco soy de los que anda felices por la calle”, dice.

Derecho
“Creo que una de las motivaciones por las que estudio Derecho en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos es porque considero esta carrera una herramienta para solucionar los problemas y, así de alguna manera, ayudar a la sociedad. No concibo el derecho como la disciplina de enredar las cosas, crear un conflicto y luego ganar dinero al solucionarlo. Estudio Derecho para hacer que la justicia se imparta de la mejor manera”, reflexiona.

Cuenta que a veces no tiene el dinero suficiente para costear sus gastos de alimentación balanceada, por ejemplo. Sin embargo, sigue para adelante porque sabe que puede llegar lejos y darle grandes triunfos al Perú. “A veces doy clases de karate a los niños no tanto para ganar dinero, que es importante, sino para ayudarlos en su afán de convertirse en karatecas. Mis maestros de la Selección, me dicen que debo buscar talentos entre mis alumnos y eso hago; porque a veces los talentos están para que alguien le extienda la mano”, dice.
“A los 9 años de edad en el Cusco conocí a mi primer profesor de karate, Calinín Sánchez. Recuerdo que él me hablaba mucho. Tengo siempre sus consejos en mi memoria y recuerdo que algún día le dije que cuando sea grande me gustaría ser como él. No sé si lo he logrado; en fin, me esforzaré para que algún día no se decepcione de mí. Ahora tengo un gran maestro y amigo. Se llama Palmer Sánchez, quien es para mí como un libro de consulta, un karateca de primera que fue el mejor deportista del Perú en 1997”, afirma con admiración.

Ya le hemos quitado mucho tiempo a este chico con sueños. Dice que tiene que entrenar. “Volveré el 24 de agosto después del Panamericano y espero que con los premios que el equipo peruano merece”, se despide.

Escribe: Paco Moreno (diario La Primera)

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